jueves, 21 de febrero de 2013

Laysan Albatross.

Hola a todos. Estoy sorprendida,porque,bajo mi juicio,muchas personas han visitado el blog. Así que os dejaré un relato del que estoy muy orgullosa: Hace poco,participé en un concurso del Instituto Andaluz de Deportes (IAD) titulado ''Yo,deportista''. Obviamente,tenía que contener algo sobre el deporte. No supe sobre qué deporte escribir,pues la mayoría de gente hablaba de Grecia,de los Juegos Olímpicos,de los Paralímpicos,y relatos en plan ''superación'' y esas cosas,ya me entendéis. Así que escribí sobre el deporte del velero. No es uno de los más importantes,pero,es un deporte,y eso era lo que importaba.
Como os cuento,me llegó un correo del IAD comunicándome que había quedado séptima de Andalucía,y que mi relato iba a ser publicado.
 Dentro de poco se hará así,y les estoy muy agradecida.
Aquí os lo dejo. Disfrutarlo; yo disfruté escribiéndolo.
Un beso a todos,y no olvidéis comentar,y,si podéis,votar en la encuesta.
PD. Me da cosa decirlo,pero por si las moscas,os pediré que no lo plagiéis ni nada de eso,sobretodo porque ya está escrito a mi nombre.



Hoy, el viento hacía bien su trabajo. Soplando de popa, empujaba el velero como si de un barquito de papel se tratara. Había acabado de mandar a Lizz a revisar el aparejo. La brisa del mar revolvía los rebeldes mechones dorados de su cabello. No me había percatado hasta ahora de la cantidad de amor que profesaba a L.Albatross,el cariño con el que ajustaba las poleas de la vela, cada contacto con la cuidada madera, el brillo de sus ojos al manejar el timón, el claro esbozo de su sonrisa al zarpar, la satisfacción que la delataba cuando descubría que la había estado observando y no había agregado ningún comentario. Sí, esa era mi manera de hacerle saber que lo estaba haciendo bien. El sonido de las aves, normalmente situadas cerca de la costa, distrajo mi mente.Algunas de ellas eran albatros,de dos tipos. Cada vez que navegábamos esas enormes aves,cuyas alas medían aproximadamente dos metros,se posaban a veces en la cubierta.La primera vez que subí al velero,una de ellas estaba allí,siendo una cría. Podría haber sido un manjar para los tiburones,pero aquel día me la llevé a casa y la cuidé hasta que supo volar. El velero lleva su nombre.
A lo lejos,vislumbré la ciudad.Normalmente, soy yo el que atraca en el puerto. Esta vez, dejé a Lizz. Lo tenía pensado antes de que me lanzase una de sus miradas caprichosas. Mi hermana se acercó al timón y posó ambas manos sobre él haciéndolo rodar hacia la derecha. Miraba sin parpadear al frente, como le había enseñado días atrás. Tuve que aceptar que lo manejaba muy bien, pero no se lo dije. Aunque,pensandolo bien,no era de extrañar que le gustase navegar. Desde pequeña la había invitado a participar en algunas competiciones entre los veleros de mis amigos y el nuestro. Siempre ganaba L. Albatross.
El velero cruza por entre un sinfín de acorazados de la base militar de Pearl Harbor. En realidad, no vivimos aquí. Nos mudamos a California cuando mi hermana era todavía una mocosa de siete años que jugaba con una muñequita llamada Mariquita Pérez, que le regaló mi padre en un viaje que hizo a España hace un par de años. Solemos venir en vacaciones a ver a los abuelos. Tienen una casita preciosa, pequeña pero acogedora, y un jardín repleto de flores silvestres y rosas. Mis padres no suelen quedarse, vienen aquí para traernos y recogernos.
Lizz está a punto de conducir el velero hasta el sitio que tenemos reservado para atracar. No ha dejado de mirar al frente; se la ve decidida. Lo ha conseguido.
Se da la vuelta y me da un enorme abrazo de oso, con una sonrisa de cumpleaños. Pocas veces la veo tan contenta, aunque es una joven realmente emotiva. A veces, parece que sigue teniendo doce años.
  • Lo has conseguido- le susurro.
Lizz agita los brazos, da vueltas sobre sí misma, y no deja de saltar y aullar. Miro a ambos lados para que no me vea nadie en presencia de mi hermanita feliz. ¿Sinceramente? Me da vergüenza ajena cuando se pone tan entusiasta. Para un muchacho como yo de veintiún años, esto resulta patético, ridículo. Pero la comprendo cuando recuerdo la primera vez que yo conseguí atracar por primera vez este velero. Recuerdo que fue una de las mejores experiencias de mi vida, jamás me había sentido así. Ya no era sólo el olor a brisa marina y a sal, la arena arrastrada por el viento, cada movimiento del timón. Recuerdo que lo conseguí, cerré los ojos. Los volví a abrir, y deseé que nadie me pellizcase. Pensé que en aquel momento el mundo se había detenido. Sí,para mi realmente se detuvo. En aquel momento,no podía chillar ni aullar, no podía saltar; no podía siquiera moverme. Ni pestañear, después de abrir de nuevo mis ojos azules. Sólo escuchaba los graznidos de las aves, y mi corazón palpitar hasta hacer retumbar los oídos. Sentía cada pulso como uno sólo. Ahora lo pienso, lo recuerdo, y vivo lo que está viviendo mi hermana, y me parece una exageración. Pero aquel recuerdo tan preciado jamás se irá de mi memoria, de eso estoy seguro. Ni esa felicidad tan palpable que experimenté.
Así que sé exactamente como se está sintiendo mi hermana. Orgullosa, capaz, feliz. Sé que no puede ni pensar ''lo he conseguido''. Me alegro de haber compartido este momento con ella.
Lizz me besa en la mejilla y enciende la radio del velero. La guerra en el frente ruso dominaba las noticias, y los alemanes se hallaban luchando a temperaturas más bajas que quince grados bajo cero. Desde Washington,el secretario Hull esperaba la respuesta japonesa. La atención, según decían, se centraba en los movimientos de las tropas japonesas de Indo-China. Frunzo el entrecejo y rezo por momentos para que Estados Unidos no entre en guerra.

Al llegar a casa, le he prometido a Lizz que la llevaría a Ford Island al anochecer. He pensado en llevarnos una tienda de campaña y asentarla en la playa, llevarnos un farolillo, y un paquete de salchichas. A ella le ha entusiasmado la idea y ha cancelado sus planes de ir con las vecinas al centro de la ciudad. Nada más llegar a casa, ya le ha pedido permiso a papá. Él, después de acceder, no ha dejado de mirarnos a ninguno de los dos con una sonrisa en la comisura de los labios, que dejaba entrever por debajo del bigote. Lizz y yo nos miramos sin saber bien qué hacer, hasta que recuerdo que hoy es día 6 de Diciembre. Es el cumpleaños de mamá.
  • Oh-exclama Lizz. Ella también se ha dado cuenta en el acto, y desaparece por la puerta de la cocina.
Me dirijo a el jardín. Allí está mamá, tendiendo la ropa limpia. La rodeo con ambos brazos por detrás y la estrecho contra mi.
  • Ha sido papá, ¿a que sí?
La beso con suavidad en ambas mejillas y acto seguido me encojo de hombros. Mamá sonríe.
  • Feliz cumpleaños-digo.
  • Gracias-dice con retintín mientras se da la vuelta. - ¿Dónde habéis estado?
Vuelvo a encogerme de hombros.
  • Dando una vuelta en el velero. Lizz ya sabe atracar en el puerto- anuncio orgulloso.
Mi madre es como un libro abierto. Primero esboza una media sonrisa, mira al suelo empedrado y después clava sus ojos azules en los míos.
  • No la lleves más.-susurra en voz baja.
  • Tranquila-le digo-Ya es mayor, se sabe cuidar sola.
Rezo para que no insista.
- Hablaré con tu padre.-traga saliva-Por ahora, se acabó eso de salir en el velero, Dan.
  • Oh, por Dios.-le interrumpo- Lizz no es una niña, tiene dieciséis años y yo veintiuno. Sabemos cuidarnos solitos, mamá.
Ella contrae el gesto.
  • He dicho que...
  • ¡Me da igual lo que hayas dicho!-replico con dureza- Hoy es nuestro primer día de vacaciones aquí, y no puedes impedirnos salir. -Retrocedo abriendo los brazos con desdén- Si no querías que disfrutaramos ,no habernos traído. Y te recuerdo que nuestro país no está en guerra.
Después de interrumpirla ,mi madre ha respondido algo, pero ya no la escucho ni quiero escucharla. Lo único que tengo claro que es que no le diré una palabra de esta conversación a Lizz,y que lo de está noche seguirá en pie. Pensándolo bien, nos vendría bien a mí y a mi hermana evadirnos un poco de los problemas de la familia y de la guerra. Pensándolo bien, podríamos perfectamente pasar el día de mañana en Ford Island. Dormiríamos esta noche allí, desayunaríamos y pasaríamos la mañana allí. Quizás incluso la merienda. Dudo mucho que papá le de mucha importancia a pasar un día maravilloso sin adultos en la playa. No creo que, aunque mi madre le insista, nos lo prohíba. Al fin y al cabo, el velero fue un regalo de los abuelos.
Después de comer, mis padres ya tienen las maletas hechas para irse. Lizz,los abuelos y yo salimos a despedirlos. Abrazan a Lizz y a los abuelos, y llega mi turno. Papá me estrecha la mano y me da un pequeño abrazo, y eso que él no es muy efusivo .Lleva de la mano a mi madre, que me mira a la vez suplicante y con una amenaza en los ojos. Siempre esos ojos azules tan penetrantes ,tan parecidos a los míos. Me aparta un mechón rebelde de la frente y me estrecha entre sus brazos mientras se pone de puntillas. Siento el perfume de su aliento, sus brazos agarrando mi cuello. Puedo imaginar como está cerrando los ojos tras mi espalda.
  • Cuida de tu hermana, y de los abuelos- me hace prometerle.
Asiento mientras ella suspira y separa ambos brazos para volver a mirarme una última vez y subirse al coche. Desde la ventanilla papá conduce y mamá dice adiós con la mano.
Me acerco a Lizz y le cojo de la mano. Su semblante está serio, pero esboza una media sonrisa cuando se la estrecho un par de veces. Nos dirigimos hacia la acogedora casa, pues aquí ya hace un frío que pela. Me pregunto si de verdad hoy es buen día para acampar en Ford Island, pero desecho esos pensamientos. Sólo será una noche.

Son las siete de la tarde. Me encuentro haciendo la cena para los abuelos después de pedirles permiso para pasar la noche fuera con Lizz y el velero. La abuela es bastante sobreprotectora, y por las temperaturas tan bajas que van a hacer esta noche, se ha opuesto. Mi abuelo es bastante más accesible y compartimos, lo que se dice, el mismo idioma. Mientras que él nos deje, todo marcha perfectamente. Les he hecho arroz, y se lo he dejado en un cuenco a mi abuela para que lo fría más tarde. He pensado que, mejor que salchichas, voy a hacer unos tres bocadillos de queso y jamón york para envolverlos y meterlos en una mochila. Lizz no es de mucho comer, así que creo que con eso y algún trocito de pastel bastará.
Mi hermana entra en la cocina y me anuncia que ya ha preparado el velero. No me ha dicho nada de que fuera a ir a prepararlo, así que tuerzo el gesto. Ya es casi de noche, y el cielo está bastante oscuro. Si se piensa que ella va a conducir el timón, está muy equivocada. Le cuelgo la mochila en la espalda y salgo fuera, al cobertizo, para coger los sacos de dormir y un par de cerillas. Ella me sigue para irnos unos instantes después al puerto.
Ya pisando el suelo de madera del velero, dejo las cosas en el suelo bien agarradas con cuerdas y me dispongo a hacer una revisión en general. Cada día mi hermana me sorprende más, porque también esta vez está todo en su sitio. Ella ya se ha dado cuenta de que no pienso dejarla conducir el velero, y por una vez no protesta. Supongo que estará preocupada acerca de la guerra,y del papel que tendría que interpretar nuestro padre en el ejército. La miro casi con tanta dulzura como la miré esta mañana y sé que voy a seguir sorprendiéndome con su actitud. Y es que yo sigo recordando a la jovencita caprichosa que entró hace unos tres años en el internado, y no la reconozco. Ha crecido mucho. De nuevo, vuelvo a pensar que está preocupada por nuestro padre. Pero,¿cómo explicarle que la guerra es así?, ¿que incluso un joven de su edad podría pilotar un avión y soltar explosivos?
Desvío la mirada al suelo para que no me lea lo que pienso. Y es que yo también soy un libro abierto.
Cuando llegamos a Ford Island y preparamos los sacos, justo antes de cenar, son ya las nueve. Saco dos polares de la mochila que traía Lizz y le ofrezco uno. Nos sentamos en la arena de la playa a cenar. Ninguno de los dos pronuncia palabra. Creo que estamos a gusto, así,en silencio. Sólo se escuchan las olas del mar rompiendo sobre las rocas, el sonido de las aves y cada respiración.
  • ¿Dan?- La miro.Tiene los labios y las manos entumecidos por el frío y la nariz y las mejillas sonrosadas. Por cada respiro, una bocanada de vaho sale despedida de sus labios. Su mirada de ojos verdes está perdida en el horizonte, observando, pero sin mirar realmente nada.- Creo que me he enamorado del velero.
Estallo en carcajadas, pero la comprendo. Ella ni siquiera vuelve la cabeza. Yo esbozo una sonrisa y asiento.
  • Lo sé- respondo- Me he dado cuenta.
Entonces ella recuesta su cabeza sobre mi pecho y exhala un largo suspiro. Observo sus largas pestañas sobre sus mejillas repletas de diminutas pecas, y los largos tirabuzones dorados desperdigados sobre mi polar. No sé cuanto tiempo ha pasado desde que se ha echado, pero me percato de que se ha dormido. Me recuerda a un ángel.
Deslizo con suavidad sus piernas dentro del saco, la cojo en brazos y la coloco sobre la arena, unos metros más alejados de donde nos encontrábamos antes, por si sube la marea. Ella murmura algo en sueños y vuelve a recostar la cabeza sobre el saco. Le coloco una manta por encima, e intento que le cubra hasta la nariz. Dispongo mi saco a su lado y, al estar dentro, me tapo con otra manta. Siento mis párpados, que en pocos instantes estarán cerrados. Observo el cielo estrellado y acerco mi mejilla a la cabeza dorada de mi hermana, y es en ese momento cuando mis brazos se posan sobre su vientre, cuando el sueño me invade por completo.

Un albatros, uno de los muchos que rondan la costa y se posan sobre el agua salada,patinando en ella, se ha acercado a mí y me ha picoteado varias veces la nariz. Todavía no ha amanecido cuando cinco minutos después, abro los ojos y me encuentro con una noche parecida a la anterior. Casi que no queda ninguna estrella. Lizz sigue durmiendo como una princesa, plácidamente sobre su saco, en la arena. Me desperezo y el olor a agua salada me recuerda que estoy sediento, y abro la mochila para encontrarme solamente con una garrafa de agua. Eso hace gruñir a mi estómago. Tendré que llegarme a la ciudad a por el desayuno antes de que mi hermana despierte. Diviso mi reloj cerca del saco y miro la hora. Sorprendido, leo las seis de la mañana. Frunzo el ceño y maldigo tres veces la estampa del ave que espanté hace varios minutos. Afortunadamente, tengo tiempo más que suficiente como para despertar a mi hermana con un magnífico desayuno.
Recojo la mochila y me alejo de la orilla en el velero, esperanzado en que Lizz no se despierte hasta que vuelva.
Cuando llego a casa de los abuelos, mi abuelo ya está levantado. No me entretengo mucho,y le anuncio que pasaremos la mañana en la playa y vendremos sobre la hora de comer. No lo veo muy pendiente, pero él asiente y yo me encojo de hombros. Meto en la mochila leche condensada y unos dos pedazos del bizcocho del día anterior.
Vuelvo a subir al velero. Los reflejos de luz invaden las sombras de regreso a la playa. Poco a poco, gana lugar entre ellas, envolviendolo todo. Es un viejo pintor que con su invisible pincel da lugar a los tonos,un poema que la luz canta suavemente,en su esencia. Y el mar aparece ante mí,en un armonioso recorrido de varios matices. Y la esbelta vela de mi velero,desafiando al viento esta vez. Y allí,entre tanta belleza,es cuando lo oigo. El sonido de aviones, que arrebata todo lo demás, incluso la clara pureza de la aurora.
Cortantes,heladas gotas de lluvia muerden mi piel expuesta. El creciente sol está tratando de romper a través de la penumbra. Cañonazos rompen a través de la niebla y uno de los acorazados, situado cerca del velero, explota. Los gritos rasgan el aire cuando una segunda ronda desde el cielo acaba con uno de los aviones de la base. Después de aquello,el poco sentido del orden que queda se deshace. Gente gritando,gente sangrando,gente muerta flotando en el mar. Puedo sentir el tic tac del reloj de pulsera en la distancia, pero me detengo tan sólo unos minutos para atracar a unos diez metros de la playa. Me tiro al mar sin pensarlo dos veces y nado hasta llegar a la orilla. Y es en aquel momento cuando espero entrever el cuerpo de mi hermana echado sobre el saco,y un charco de sangre bañando su rostro. Tengo un momento de pánico y me encuentro sin mediar sonido alguno, buscando algún rastro suyo en la arena,pero me percato de que el saco está vacío. Me arrodillo y lo golpeo sin saber bien qué hacer, sintiendo una especie de desesperación levantándose en mí, hasta que alguien tira de mi polar hacia atrás.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura,atrayéndola hacia mí, siento su rostro bañado en lágrimas gritando en mi oído. Miles de momentos surgen a través de mi. Beso su mejilla,su nariz,ambas manos.Compruebo que no esté herida. Abrocho los botones de su polar mientras mis dedos tiemblan y la cojo en brazos,cruzando la arena dentro del frígido aire. Hago rechinar mis dientes y corro como puedo dentro del mar,empujando a los cuerpos inertes,mis pies escabulléndose entre el agua cubierta de sangre espesa, desafiando cada ola que me empujaba hacia atrás. Resbalo dos veces antes de llegar a la cubierta. Cojo en hombros a Lizz,quien se agarra con uña y carne para no caer,y la impulso hacia arriba.
Ya subidos, el viento azota nuestros rostros,pero no bloquea el sonido de otro bombardeo. Negras formas se arrastran por las sombras,silenciando a quien sea que haya sobrevivido a la caída. Y es en entonces,cuando la popa de nuestro velero estalla. Lizz apenas ha conseguido llegar al timón y maniobrar para sacar el velero del baño de sangre. Jadeando,temblando,me deslizo y agarro mi mano a la vela para sujetarme y un grito estrangulado sale de mi garganta. Lizz se vuelve,y encuentra mis ojos a unos metros de distancia. Detrás de mí sólo hay mar y trozos de madera flotando. Me articula algo con la boca que yo no puedo descifrar. Niego con la cabeza para indicarle mi confusión. Corre hacia mí y coloca sus brazos en mi espalda, mientras observo como pequeñas lágrimas cubren su rostro,sus mejillas,nariz y labios sonrosados por el frío del amanecer. Centenares de paracaídas llueven sobre nosotros y veinte de ellos explotan simultáneamente a unos cincuenta metros de nuestra posición. En menos de un minuto, todo el mundo está muerto. Lizz me arrastra hasta el timón como puede. Unos instantes después,ha soltado amarras,como le enseñé y estamos navegando entre un mar rojo repleto de cuerpos atrapados en medio de llamaradas de fuego,refugiados,desarmados,desorientados y muchos de ellos heridos.
La niebla dificultaba mi visión,o eso creía. Cada vez más,la sangre escarlata sobre el mar se iba pareciendo más a una mancha oscura en un panorama gris. Cada vez más,los dorados tirabuzones de mi hermana se iban perdiendo en la oscuridad,al igual que el ardiente sol que me quemaba. La vela de nuestro velero siguió blanca,tan pura y tan leal,que supe que no nos iba a abandonar,aunque ya apenas quedase nada de barco. La madera pulida,resquebrajada,era devorada por la marea del mar. El horrible paisaje se convirtió en un completo desorden de blancos y negros,borrrosos,lejanos.
  • Lizz...- susurré entre tanto dolor.
Y fue en aquel momento cuando me di cuenta de que apenas me quedaban momentos para seguir consciente. Lo último que pude ver,entre tantos gritos desgarradores,entre cada muerte,fue que Lizz había conseguido atracar en la orilla. Ella se giró y corrió hacia mí. Sé que me llamaba sin cesar,lo sentía,aunque mis ojos se hubiesen cerrado para siempre. Sentía su mejilla apoyada sobre la mía y su corazón latiendo junto al mío. El calor que emanaba su cuerpo. Sí, repetía mi nombre,y sé que lo seguiría repitiendo pasara lo que pasara. Esbozo una sonrisa. Nuestros momentos con L.Albatross nos ha hecho aprender muchas cosas. Cosas más importantes que manejarlo.

EPÍLOGO:

La voz a la que estoy acostumbrado,no deja de susurrarme ''adelante''. Aunque,después de dos años,no recuerdo que haya una sola vez que no me lo haya dicho. Yo no la noto diferente,aunque supongo que habrá cambiado,al igual que ella. Y es que yo recuerdo a mi hermana pequeña,con esos rizos rubios,unos grandes ojos aguamar...Y en invierno,con esa nariz tan colorada.
También recuerdo aquel día,y cómo logró salvarnos a los dos. Cómo agarró ambos timones,uno de ellos mi existencia,otro hecho de madera. Cómo nos arrastró hasta la orilla,aunque los dos estuviéramos heridos.
La isla ha sido prácticamente destruida. Todo aquello cuanto amábamos de Pearl Harbor ha desaparecido sin dejar ningún rastro. Hasta el mar es diferente para mí, sólo recordando aquellos momentos imborrables, aquellos cuerpos sin vida flotando. Ya no es lo mismo sumergirse bajo sus aguas.
  • Adelante.- La escucho decir.- Ya hemos llegado.
Noto su palma de la mano cogiendo mi muñeca y tirando hacia arriba.
Ya hemos llegado,me repito.

¿Cómo olvidarlo? Incluso ciego,incluso cuando han pasado ya dos años,yo todavía lo recuerdo.
Lo recuerdo porque es algo que he aprendido,vivido y enseñado. Porque sé que es algo que forma parte de mí. Y es que es ahora cuando me doy cuenta de lo mucho que lo he echado de menos. De que esos días de viento,yo añoraba algo,algo que sé que si no está conmigo,no soy yo.
El crujir de la madera bajo mis pasos. El tacto de la barandilla. La textura de la vela,tan blanca como las alas de las aves que graznaban cerca. Mis manos. Ambas manos sobre el timón,sobre el corazón del barco. Sin pensarlo,busco a tientas los amarres y apoyo ambas manos con cuidado,escuchando las olas bajo mi rostro,y los suelto. Vuelvo,despacito,al timón. Sé que Lizz está a mi lado para cogerme si me caigo y no encuentro apoyo alguno. Pero...ella también lo sabe. Es algo que jamás olvidas,por muchos años que pasen,que recuerdas siempre. Es algo,que,como dije antes,llevas en el corazón. Y no se olvida,como no se olvida el nombre de un hermano.
Respiro el aire,la brisa marina entra en mis pulmones. Así es como me siento. Vivo,otra vez. Y allí cuando suspiro,y su nombre escapa entre mis labios.
  • Laysan Albatross.








2 comentarios:

  1. Churchill dijo que la actitud marca la diferencia. Pársel, me gusta tu actitud.

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