Y
aquí me encuentro. Tirada sobre las vías del tren,mientras mi boca
se llena de tierra y mi piel
descansa
sobre la madera. Mientras mis lágrimas surcan mi sufrimiento y mis
mejillas coloradas.
Grito
y aúllo. Un dolor profundo,desgarrador,me invade por dentro,penetra
en mi corazón. Mi
cabeza
reposa entre mis piernas,ambos brazos las sujetan y mi cuerpo se
mueve como una vieja
mecedora.
La cabeza me estallará de un momento a otro. Ya no es el mío,un
enorme llanto cae del
cielo,como
si quisiera pagar mi dolor con su empatía. Aunque yo no quiero que
nadie me
comprenda
ya. El cielo pasa a estar gris siendo mediodía y la lluvia impregna
mi cuerpo,el viento,el
frío
hace temblar mi cuerpo. Los truenos me producen espasmos.
Mi
imaginación se para a pensar que es la misma batalla la que
siento,que se libra también fuera de
mi
ser. Que rayos y truenos hacen lo imposible por encapotar mi cielo y
hacerme maldecir,que el
llanto
esta vez no alivia. La soledad conquista mi alma como el mal tiempo
ha conquistado este
desolado
lugar,dirigido por unos viejos raíles en un bosque eterno. Sé que
sigo gritando,pero la
realidad
es que no oigo nada. Y eso es lo peor. Sólo escucho al silencio,al
igual que esta vía de tren.
Sólo
al silencio.
Deseo
que mi cuerpo pierda su vida,perjuro quitármela si el cielo
encapotado o quién sea no me
hace
ese favor. Y sé que está mal sufrirlo,pero en mi corazón se han
juntado las emociones más
desafortunadas
que en un ser humano pueden habitar. Y nunca he sido lo
suficientemente fuerte,y ahora no me veo capaz de nada. No sé ni
siquiera cómo puedo percatarme de mi estado. No
entiendo
cómo mi corazón no se ha parado después de todo. No rezaré por
ello,porque
decepcionaría
a mi oración.
El
dolor se hizo permanente. Duró para siempre.
El
tiempo pasó mientras un reloj marcaba mi existencia,agradecía cada
esperado tic-tac. Aprendí
sin
darme cuenta a olvidar. ¿No fue lo que yo esperé durante tanto
tiempo?
Así
que mi corazón palpitaba,pero yo ya no sentía,recordaba ni vivía
nada. Mis ojos se volvieron un
pozo
sin fondo,mis oídos se negaron a escuchar más,mi boca no pronunció
ni un sólo ruido. Mis
manos
no necesitaban palpar algo y mi nariz no echaba de menos ningún olor
ni perfume.
Ante
todo,era feliz. Se vive feliz con nada. Las hadas rociaban mis
cabellos cada noche,los duendes
me
preparaban el desayuno y celestiales corceles blancos me hacían
cabalgar por bosques junto con
los
lobos a la caída del sol,cuando el cielo tiene ese color anaranjado
tan curioso.
Solitaria
por fuera,acompañada por dentro.
- Buenos días,señora.
Escuché.
No identifiqué a esta muchacha,aunque todos los días venía a unas
determinadas horas.
Nunca
suele mirarme a los ojos,ni siquiera al rostro. Se esconde entre sus
brazos
y mira siempre al suelo.A veces,me cuenta su vida entera. Sus
problemas,sus dificultades.
Hoy,sin
embargo,traía una carpeta,y el mismo hombre de la bata de todos los
martes,también estaba
presente.
- Es incurable y terminal,Agatha. -dijo con severidad.- Las neuronas mueren,el celebro seatrofia...ella no va a sufrir.
- Podríamos probar con Prometax,o Reminyl,doctor.
La
enfermera tenía lágrimas en los ojos.
No
quise escuchar más.
Entonces,algo
no cesa de pitar. Experimento una sensación extraña,como si un
océano negro bañara
mi
rostro y lo sumergiese en tinieblas. Creo que es miedo. Lo es. Desde
hace muchos años,no lo he
sentido.
No me muevo de mi sitio,pero mi corazón está a cien. Me da la
sensación que de un
momento
a otro saldrá disparado de mi pecho.
De
pronto,lo recuerdo todo. Cada olor,cada sentimiento. Es cuando voy a
comprobar si puedo
volver
a oír y a hablar cuando un recuerdo encuentra mi mente. Ya de por
sí,intuyo que es
triste,aunque
no sé bien si es una premonición. Pero,en el fondo,palpo la
felicidad. El recuerdo no
es
tan triste como creía. Mis labios se curvan en la primera sonrisa de
muchos años.
Lo
recuerdo perfectamente. Su pelo revuelto imposible de peinar,aquellos
ojos pardos,y su manía de
llegar
tarde a todos sitios. También aquello que sentí por él. Y él por
mí. Eso también lo recuerdo.
Y
es triste que esos recuerdos me lleven a cuando el tren te llevó por
delante,aquel maldito tren
que,al
descarrillar,se llevó lo que más quería.
Ahora,al
cruzar este puente que se ha alzado entre mis ojos,puedo afirmar que
volveremos a
reencontrarnos.
Podré volver a abrazarte.
Tu estilo Borgueliano preludia el principio de bellos relatos.
ResponderEliminarGracias por la lectura.