domingo, 24 de febrero de 2013

La enfermedad del olvido.

Y aquí me encuentro. Tirada sobre las vías del tren,mientras mi boca se llena de tierra y mi piel
descansa sobre la madera. Mientras mis lágrimas surcan mi sufrimiento y mis mejillas coloradas.
Grito y aúllo. Un dolor profundo,desgarrador,me invade por dentro,penetra en mi corazón. Mi
cabeza reposa entre mis piernas,ambos brazos las sujetan y mi cuerpo se mueve como una vieja
mecedora. La cabeza me estallará de un momento a otro. Ya no es el mío,un enorme llanto cae del
cielo,como si quisiera pagar mi dolor con su empatía. Aunque yo no quiero que nadie me
comprenda ya. El cielo pasa a estar gris siendo mediodía y la lluvia impregna mi cuerpo,el viento,el
frío hace temblar mi cuerpo. Los truenos me producen espasmos.

Mi imaginación se para a pensar que es la misma batalla la que siento,que se libra también fuera de
mi ser. Que rayos y truenos hacen lo imposible por encapotar mi cielo y hacerme maldecir,que el
llanto esta vez no alivia. La soledad conquista mi alma como el mal tiempo ha conquistado este
desolado lugar,dirigido por unos viejos raíles en un bosque eterno. Sé que sigo gritando,pero la
realidad es que no oigo nada. Y eso es lo peor. Sólo escucho al silencio,al igual que esta vía de tren.

Sólo al silencio.

Deseo que mi cuerpo pierda su vida,perjuro quitármela si el cielo encapotado o quién sea no me
hace ese favor. Y sé que está mal sufrirlo,pero en mi corazón se han juntado las emociones más
desafortunadas que en un ser humano pueden habitar. Y nunca he sido lo suficientemente fuerte,y ahora no me veo capaz de nada. No sé ni siquiera cómo puedo percatarme de mi estado. No
entiendo cómo mi corazón no se ha parado después de todo. No rezaré por ello,porque
decepcionaría a mi oración.

El dolor se hizo permanente. Duró para siempre.

El tiempo pasó mientras un reloj marcaba mi existencia,agradecía cada esperado tic-tac. Aprendí
sin darme cuenta a olvidar. ¿No fue lo que yo esperé durante tanto tiempo?
Así que mi corazón palpitaba,pero yo ya no sentía,recordaba ni vivía nada. Mis ojos se volvieron un
pozo sin fondo,mis oídos se negaron a escuchar más,mi boca no pronunció ni un sólo ruido. Mis
manos no necesitaban palpar algo y mi nariz no echaba de menos ningún olor ni perfume.

Ante todo,era feliz. Se vive feliz con nada. Las hadas rociaban mis cabellos cada noche,los duendes
me preparaban el desayuno y celestiales corceles blancos me hacían cabalgar por bosques junto con
los lobos a la caída del sol,cuando el cielo tiene ese color anaranjado tan curioso.

Solitaria por fuera,acompañada por dentro.

  • Buenos días,señora.

Escuché. No identifiqué a esta muchacha,aunque todos los días venía a unas determinadas horas.
Nunca suele mirarme a los ojos,ni siquiera al rostro. Se esconde entre sus
brazos y mira siempre al suelo.A veces,me cuenta su vida entera. Sus problemas,sus dificultades.
Hoy,sin embargo,traía una carpeta,y el mismo hombre de la bata de todos los martes,también estaba
presente.

  • Es incurable y terminal,Agatha. -dijo con severidad.- Las neuronas mueren,el celebro se
    atrofia...ella no va a sufrir.

  • Podríamos probar con Prometax,o Reminyl,doctor.

La enfermera tenía lágrimas en los ojos.

No quise escuchar más.

Entonces,algo no cesa de pitar. Experimento una sensación extraña,como si un océano negro bañara
mi rostro y lo sumergiese en tinieblas. Creo que es miedo. Lo es. Desde hace muchos años,no lo he
sentido. No me muevo de mi sitio,pero mi corazón está a cien. Me da la sensación que de un
momento a otro saldrá disparado de mi pecho.

De pronto,lo recuerdo todo. Cada olor,cada sentimiento. Es cuando voy a comprobar si puedo
volver a oír y a hablar cuando un recuerdo encuentra mi mente. Ya de por sí,intuyo que es
triste,aunque no sé bien si es una premonición. Pero,en el fondo,palpo la felicidad. El recuerdo no
es tan triste como creía. Mis labios se curvan en la primera sonrisa de muchos años.

Lo recuerdo perfectamente. Su pelo revuelto imposible de peinar,aquellos ojos pardos,y su manía de
llegar tarde a todos sitios. También aquello que sentí por él. Y él por mí. Eso también lo recuerdo.
Y es triste que esos recuerdos me lleven a cuando el tren te llevó por delante,aquel maldito tren
que,al descarrillar,se llevó lo que más quería.
Ahora,al cruzar este puente que se ha alzado entre mis ojos,puedo afirmar que volveremos a
reencontrarnos. Podré volver a abrazarte.







1 comentario:

  1. Tu estilo Borgueliano preludia el principio de bellos relatos.
    Gracias por la lectura.

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